Como en toda la Península la Semana Santa en Sahagún se vive con una intensidad especial. El fervor con el que se celebran estas fechas tiene su inicio en el Domingo anterior al de Ramos, conocido como “Domingo Tortillero”, con la subasta en la Cofradía de Jesús el Nazareno por el derecho a llevar los pasos procesionales.
La Semana Santa de Sahagún tiene personalidad propia. Se celebra cada año en la villa de Sahagún, que es punto neurálgico del Camino de Santiago, por haber sido el más importante núcleo de población de la zona durante la Edad Media y se mantuvo en el tiempo. Además, fue elegida por el Rey Alfonso VI para su descanso y es la cuna del estilo mudéjar. Todo eso constituye un marco inmejorable para que la Semana Santa de Sahagún se complemente con unos escenarios únicos arquitectónicamente hablando, y, a lo que se suman unas imágenes magníficas.
La Semana Santa de Sahagún, tiene una antigüedad al menos desde el S. XVI, momento en el que son fundadas las dos Cofradías que procesionan en la Villa: la Cofradía de Jesús Nazareno y Patrocinio de San José y la cofradía de la Vera Cruz, hoy integrada como sección en la anterior. Ambas llevan desarrollando desde su fundación, unas celebraciones de Semana Santa de excepcional contenido religioso, estético y social y que año tras año se han convertido en referente de la Semana Santa de Castilla y León debido a su arraigo, el renacimiento de sus tradiciones y el fervor con el que se vive cada uno de los momentos durante los que se desarrolla.
Su particularidad reside principalmente, en la manera en que se procesionan los pasos, a hombros de los penitentes, siguiendo el compás pesaroso, eurítmico y fúnebre de los tambores y bombos. La participación popular es otra de sus peculiaridades, pues lugareños y foráneos se funden en una celebración que revive los días tensos de la Crucifixión de Nuestro Señor Jesús Nazareno.
Desde el Domingo de Ramos, día 24 de marzo de 2024
hasta el 31 de marzo, Domingo de Resurrección.
La variación de las fechas en las que la Semana Santa se celebra se debe a que esta siempre se celebra en función de los ciclos lunares y la primavera en lugar de seguir nuestro calendario habitual que sigue la periodicidad solar. Es por eso que el inicio de la Semana Santa se celebra en función del Domingo de Resurrección, que corresponde al siguiente domingo después de la primera luna llena de primavera y, por esta razón, cada año da comienzo en un momento diferente de nuestro calendario solar.
LA DESPEDIDA. La imagen de la Oración en el Huerto y de la Virgen Soledad, son de las denominadas articuladas y ambas mueven sus brazos en señal de despedida al finalizar la procesión del Jueves Santo por la tarde en Sahagún, mientras los hermanos y hermanas braceros mecen las imágenes al ritmo de las marchas procesionales interpretadas por la Banda Sinfónica de Sahagún .Es un acto multitudinario seguido con gran devoción y respeto por el público y participantes en la procesión. Es de destacar en las Procesiones de Sahagún, que son participativas y que en ellas desfilan no sólo los hermanos de las Cofradías sino todo el pueblo, que acompaña a las diferentes imágenes según su particular devoción.
LA RONDA. Entre los diversos actos que celebra la Cofradía de Jesús Nazareno de Sahagún tenemos que citar la Ronda. Tal y como se contempla en los Estatutos de la Cofradía, en su artículo 32-b se trata de un acto de culto solemne que tiene lugar en la noche del Jueves Santo, una vez terminada la Procesión que organiza en ese día la Cofradía de la Vera Cruz: “La Oración del Huerto”. Consiste en una visita que realizan los Hermanos de la Cofradía, acompañados por la Junta de Gobierno y Autoridades, a las distintas iglesias donde se halla expuesto el Santísimo, cerrándose a continuación. (Antiguamente se instalaba un monumento en ellas). La costumbre indica que la última sea la de San Lorenzo.
LA HORA NONA. Una vez concluida la Ronda tiene lugar lo que conocemos como la Hora Nona. Significaba antiguamente el relevo entre las cofradías de la Vera Cruz, encargada de los actos del Jueves Santo y la de Jesús Nazareno, que hacía lo propio el día de Viernes Santo. El Mayordomo de la Cofradía ofrece a las Autoridades y Junta de Gobierno higos pasos y limonada, tradición ésta que en nuestros días se ha hecho extensiva a todos los asistentes. A medianoche podemos escuchar el sonido desgarrador de la trompa (instrumento de viento peculiar y único, que junto al tambor destemplado acompañaba todas y cada una de las procesiones que se celebraban en la localidad) que hacen sonar los hermanos cofrades durante varias horas desde lo alto de la Torre de San Lorenzo y que quiere simbolizar el dolor por la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, estableciéndose, a continuación, un turno de vela durante toda la noche.
LA “ISA”. Nada se dice en los Estatutos de la Cofradía sobre esta curiosa costumbre matutina del Viernes Santo. Hacia las nueve de la mañana se van reuniendo lugareños y forasteros ante la puerta de la capilla de Jesús Nazareno. Es entonces cuando los lugareños cogen en volandas a los forasteros, de uno en uno, y golpean con sus dos pies así alzados la puerta de la capilla, a fin de que los cofrades la abran.
EL PAN DE JESÚS. Posiblemente la propia decadencia de las Cofradías en todo el territorio español a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII, fue el calvo de cultivo en el que se vio inmersa la Cofradía de Jesús Nazareno y la imposibilitó, por falta de Cofrades o escasa devoción de los existentes, el poder seguir manteniendo por ella misma los actos religiosos que se organizaban. Esta decadencia está en los orígenes de las mejores tradiciones y peculiaridades de la Semana Santa de Sahagún, que no son ajenas a las que se celebran en la Semana Santa de otras localidades y que aún hoy se conservan, aunque en algunos casos hayan derivado en “tradiciones” no deseables o se hayan manipulado por la intervención de personas ajenas a la Cofradía. La tradición nos dice que los grandes pasos de la imaginera de Sahagún, eran pujados, en la mañana del Viernes Santo, por personas pertenecientes a los diferentes gremios que existían en la localidad: Hortelanos, labradores, pescadores, carpinteros, pastores etc… Esta tradición, posiblemente, se instaurase por las dificultades de la Cofradía para hacerlo por la propia escasez de miembros de la misma dispuestos a ello. Esa misma tradición está en el origen del Pan de Jesús el cual era la dádiva con la que la Cofradía compensaba a los portadores de los Pasos en la procesión del Viernes Santo por la mañana, dádiva que estaba perfectamente reglamentada y cuantificada siendo diferente para cada Paso. Además del pan se repartían botellas de orujo, bebida muy utilizada antiguamente por los parroquianos. Hoy el Pan de Jesús se reparte, con profusión, además de a los que pujan las imágenes, a todo el público que se aglomera en la Plaza de San Lorenzo al finalizar la procesión.
En Sahagún se realiza la “Subasta de los Pasos”. Aunque se trata de un acto que se celebra, posiblemente desde el siglo XVII, la primera constancia escrita que se tiene es la mención que se realiza en un acta de la Cofradía fechada en 1922 en la que se dice:
“También el apoderado el día la Subasta de Pasos con los oficiales y Mayordomos propuson que si ubiera alguno que quisiera ser Criau de esta Santa Cofradía enla quese presento Viztor Juárez y enesta fecha se puso a discusión en la que dijeron que toda bia no abia cumplido Doroteo Juárez pero que quedaba azmitido en lugar de Criau suplente (sic)”.
En los Estatutos antiguos no se habla de esta ceremonia, pero en los Estatutos realizados después de 1982 sí queda reseñada. En ellos se lee lo siguiente (Título Cuarto, artículo 23, letra e): “forman parte de los recursos económicos de la Cofradía, los ingresos que se obtengan en calidad de limosna, de los fieles devotos por la Santa Lleva de los Pasos en la procesión del Viernes Santo”. En el Libro de Cuentas y Actas de principios del siglo XX ya se menciona el acto de la Subasta, que es uno de los más característicos de la Semana Santa en Sahagún. Es costumbre inmemorial de Sahagún realizar el Domingo de Pasión -el anterior al Domingo de Ramos- sobre las cuatro de la tarde la Subasta de los Pasos en el atrio de la Capilla de Jesús. En Sahagún y en otras poblaciones es un “domingo tortillero”, denominación que obedece a una costumbre de muchas poblaciones del norte de España en las que ese día existía se salía al campo en romería para merendar tortilla, pan y otras comidas que no fueran carne, pues era aún Cuaresma.
A las cuatro de la tarde se celebra la subasta en la capilla de Jesús Nazareno con gran concurso de público. Dirigen la ceremonia el presidente, el secretario y el tesorero de la cofradía, con dos hermanos que llaman a subasta. Comienza solicitando a los fieles reunidos en el lugar su afiliación a la Cofradía por sí o para otros y una vez terminado este ritual los hermanos que dirigen la subasta anuncian el paso que se va a adjudicar: “Paso del Santo Sepulcro, ¿hay algún hermano devoto que dé más limosna por su Santa Lleva? Que buena a la una”. Los asistentes ofrecen sumas por llevar cada paso. Cuando las ofertas terminan los hermanos dicen: “Que buena a las tres: Y que Buen Provecho le haga”. Se cierra la subasta de ese paso en ese momento y el pujador firma en el libro de la Cofradía abonando el importe.
La subasta puede aportar a la cofradía anualmente una cantidad de unos 10.000 euros.
Este acto sigue manteniendo en su estructura un simbolismo único que le hace ser uno de los momentos más esperados de la Semana Santa. Al propio acto en sí, lleno de momentos únicos, que no por repetidos año tras año, dejan de interesar a la población, se une la curiosidad de los vecinos por conocer quien o quienes son los que tienen ese año interés en una imagen en concreto y en algunos casos a esa curiosidad se une el querer conocer las motivaciones que los pujadores han tenido para su “Santa Lleva”, motivaciones que en la mayoría de los casos nunca se harán públicas.
Dijimos antes que la otra Cofradía que existió en Sahagún, de la Vera Cruz, y que hoy funciona como una sección dentro de la Cofradía de Jesús Nazareno, también celebraba una subasta el Domingo de Ramos, después de la Procesión de las Palmas. Era una subasta no tan popular como la anterior pero que tenía el mismo fundamento: Proveer de fondos económicos que ayudasen a la Cofradía a sufragar los gastos. Esa tradición se perdió.
La espectacular imaginería que la Cofradía saca a la calle en procesión el Viernes Santo por la noche es de esa forma pujada por todo aquel que se haya ganado el derecho a hacerlo en la subasta
Se subastan las imágenes o símbolos de la Cofradía siguientes:
En clave pascual para vivir la Semana Santa.
En este año 2023, del 2 al 9 de abril, celebramos la Semana Santa. La Semana más importante para todos los que nos decimos cristianos. Durante esos días tenemos la oportunidad preciosa de recordar, celebrar y revivir lo que le ocurrió a Jesús en sus últimas jornadas de vida entre nosotros. Todo lo que se propone desde la fe nos recuerda que creer que eso que le sucedió a Jesús nos afecta a también a los que intentamos ser hoy discípulos de Jesús. Por tanto no podemos ser sólo espectadores. Su proyecto de vida, el de lograr un mundo más fraterno, más humano y más solidario, por el que vivió, se desvivió y murió, es también nuestro proyecto de vida.
¿Qué celebramos en la Semana Santa? ¿Qué contemplamos en oficios o procesiones, en la celebración compartida o en la oración y la reflexión individual? Los grandes asuntos de la vida humana. Las cuestiones recurrentes que nos afectan. Las preguntas de fondo que laten en las vivencias y experiencias cotidianas. De algún modo, todo eso que nos pasa está contenido y reflejado en los distintos momentos, encuentros celebrativos, lecturas, imágenes y pasos de estas jornadas tan intensas de fe y devoción. ¿Qué podemos dejar que nos “toque” internamente a través de los gestos comunes o individuales que haremos en estos días?
El servicio, la disponibilidad, la gratuidad. El gesto del lavatorio de los pies en la liturgia del Jueves Santo es la propuesta de quien siendo el primero se ciñe una toalla a la cintura, lava los pies a los suyos y les invita a hacer lo mismo. La densidad del gesto radica en la inversión de categorías: frente al éxito, la vida que se da; el grande que se hace pequeño y enaltece a los humildes.
La fraternidad. En esa misma celebración explicitamos y nos reconocemos hijos de un mismo Padre, vinculados por un amor común que recibimos incondicionalmente. ¡Cómo necesitamos en estos tiempos de soledades e individualismos sentirnos y sabernos hermanos, amigos y no siervos! En la mesa compartida está la llamada a vivirlo en plenitud un día pero a ir caminando hacia ella cada día.
La entrega. Des-vivirse, darse a los demás, hacer que la vida sea fecunda, es decir, “dar la vida” entonces no es morir, sino vivir con sentido y de una manera tal que crea razones. Desde aquella Última Cena aprendemos que lo que queda expresado en la Eucaristía es que el sacerdocio de Jesús significa la entrega es de uno mismo.
Las encrucijadas vitales. La agonía de Jesús en el Huerto es un precioso reflejo de nuestras propias incertidumbres. Acompañar a Jesús en una situación límite, pues le vemos en la coyuntura de huir o seguir, de resistirse o ser coherente con aquello que lleva proclamando con su vida durante largo tiempo, de rebelarse o aceptar lo que viene y ver su respuesta valiente es también un reto y una llamada para nuestros propios dilemas, para las situaciones en que hemos de optar, para tantas veces en que a la luz del evangelio nos sentimos urgidos a algo difícil.
El sufrimiento y la soledad. Todo el Viernes Santo es un día árido pues nos asomamos al dolor. Al recorrer el camino de la cruz, quizá nos vemos reflejados en las actitudes de los personajes que recogen los relatos evangélicos (en la indiferencia de unos o en la compasión de otros). Acaso reconocemos nuestras propias cargas, algo que nuestro mundo no nos prepara demasiado para vivir. Hoy en día, cuando parece que en todo momento hay que «estar bien», la contemplación de la agonía del Justo resulta un desafío y una escuela donde aprender lo más auténticamente humano y humanizador.
La cruz. La adoración de la cruz el Viernes Santo, tras haber escuchado la lectura de la Pasión, es uno de los momentos más significativos de la liturgia de estos días. No adoramos un trozo de madera, ni prestamos macabra veneración a un instrumento de muerte. Para nosotros la cruz es mucho más que eso. Es el espacio donde se abrazan las víctimas y su liberador. Es el lugar donde los que padecen, por la injusticia, por el odio, por el mal que atraviesa nuestro mundo, se encuentran con el inocente que viene a salvarlos y que sostiene sus vidas. La cruz nos habla de un dolor que atraviesa nuestras vidas, del fracaso, del rechazo, del pecado…y hasta de un Dios que parece callar ante todo lo que hiere y golpea nuestro mundo.
La espera. El Sábado Santo es el tiempo del silencio cuando parece que nada puede pasar o que todo está perdido. Es la oportunidad para pensar en la confianza sin pruebas. Es creer sin saber, anhelar sin exigir, buscar sin plazo. Es el tiempo de los discípulos asustados, de la incertidumbre ante lo que pueda llegar. Es el tiempo de la cura que no termina de llegar; de la esperanza que parece estrellarse con la realidad; del dolor y la tristeza que siguen ahí; de la ilusión que permanece domesticada o rendida.
La Vida. Esta es la palabra definitiva de Dios: «No busquéis entre los muertos al que vive». Frente a lo que podría decirse (que todo invita hasta aquí a una seriedad definitiva) porque nos hemos ido asomando a una historia que parece tremendamente exigente, trenzada con dolor, con cruz, con encrucijadas y dificultades, sin embargo es la celebración de la resurrección lo que ilumina con fuerza invencible todo lo anterior. La muerte no ha vencido al Justo. La cruz está vacía, y las víctimas de la historia están desclavadas. Hablamos entonces de salvación y de liberación. La sombra y la tiniebla dan paso a la luz, la noche al día, el llanto al júbilo. He aquí la clave de todo: la resurrección. La única que le da sentido a todo lo anterior, al servicio sin condiciones, a la entrega radical, a la soledad o a la cruz.
Por eso mismo, también nosotros queremos desvivirnos y entregar lo mejor de nosotros mismos al mismo proyecto de Jesús. Con la confianza y seguridad de quien sabe que Jesús va adelante abriéndonos a nosotros y al mundo horizontes de vida y esperanza.
Atentos, pues, a lo que en esta Semana Santa de este 2023 resonará del Misterio Pascual en cada uno.
Párroco de Sahagún y Consiliario de la Cofradía de Jesús Nazareno y Patrocinio de San José de Sahagún
ARRAIGO CON LA VILLA DE SAHAGÚN
La Semana Santa de Sahagún, tiene antigüedad desde el S. XVI, en que se conocen los primeros documentos escritos, por lo tanto, son más de cinco siglos de vinculación total con la localidad.
En ese momento fueron fundadas las dos Cofradías que procesionan en la Villa: la Cofradía de Jesús Nazareno y Patrocinio de San José y la cofradía de la Vera Cruz, hoy integrada, como sección, en la anterior.
Ambas fueron instituidas en parroquias locales y siguen desarrollando después de este largo periodo de tiempo su actividad en la Villa de Sahagún, ya no solo en el ciclo temporal de la Semana Santa, sino en otros periodos del año como la Cuaresma y el Adviento, y en las fiestas patronales de la localidad y otros acontecimientos en la propia Villa y fuera de ella, representándola en Congresos, Encuentros, actos religiosos o de hermanamiento, etc.
Principalmente sus miembros son originarios o descendientes directos de sahagunenses, nacidos o criados en el pueblo, así como también vecinos que han hundido sus raíces en la Villa y se involucrado directamente en esta celebración de la Semana Santa, por otro lado, siendo la mayor celebración popular en la Villa de Sahagún.
Una prueba inequívoca del arraigo y total vinculación secular entre Cofradía y localidad lo demuestra la erección de la Capilla de Jesús y Museo de Semana Santa, centro neurálgico de la Semana Santa Facundina y propiedad desde su construcción de la propia Compañía Penitencial.
Sahagún tiene una gran fortuna al contar con una hermosa capilla para custodiar la mayoría de sus Pasos de Semana Santa y otras obras de arte importantes de la villa, como el extraordinario retablo de Trianos. Construida en tapial y ladrillo en el siglo XVII, en el austero arte barroco-clasicista su disposición a los pies de la iglesia mudéjar de San Lorenzo, es la sede de la Cofradía de Jesús Nazareno, en la que también se custodian algunas piezas de la extinguida cofradía de la Vera Cruz. Parte de los “pasos” de ambas cofradías se guardan también en la iglesia de San Tirso de la misma localidad.
Allí celosamente los cofrades facundinos protegen, estiman y fomentan su amor por la Semana Santa, excepcional muestra de fervor religioso y sentimiento popular tradicionalista que convierte a la del lugar, por el entusiasmo de sus gentes, la valía de sus imágenes y el decoro de sus procesiones cada día más buscado y valorado, en una representación singular y única en las tierras castellanas y leonesas. Es una verdadera manifestación de carácter patrimonial inmaterial.
El origen de la Cofradía de Jesús Nazareno se sitúa generalmente, pues no existe documentación explícita al respecto salvo un documento que la referencia en 1586, sobre 1600 o a comienzos del siglo XVII de forma más genérica. El hecho de poseer pasos de fecha anterior permite sospechar que tuviera su origen en la centuria anterior, como tantas cofradías leonesas o castellanas, pues, en efecto, hay referencias documentales de su existencia como Cofradía, así como de la de la Vera Cruz en el siglo XVI. De 1652 se conserva un Decreto de Inocencio X concediendo indulgencias, por lo que su funcionamiento entonces era normal.
Según Albano García Abad (p. 14) en el quinientos podría tener su sede en el entonces existente Hospital del Dulce Nombre de Jesús, “que era obra y estaba asistido por la Cofradía de Jesús Nazareno”.
Construida en el siglo XVII y restaurada la capilla y bien conservados sus valiosos y especiales pasos es uno de los lugares ineludibles para conocer la villa, su historia y el carácter de sus habitantes.
Su estilo es austero, construida con verdugadas de ladrillo y de adobe según los modos de la zona que tanto prestigio han otorgado a los alarifes y albañiles de la comarca, a los que falta un homenaje, una estatua o una placa en nuestras plazas o calles. La fachada es proporcionada y noble, capaz de entablar un diálogo con la vecina iglesia mudéjar formando una continuidad con diferentes alturas y volúmenes de su pórtico.
La portada de la capilla de Jesús se rehízo en el año de 1775 (como consta en la piedra del vértice del frontón de la espadaña y base del bolardo que la corona) y empezó a placarse en piedra, allá por los mismos años del siglo XVIII en puro y austero estilo neoclásico en correspondencia con el movimiento estético imperante entonces, pero, afortunadamente (pues hubiera creado un fuerte contraste del color blanquecino de la caliza con respecto al del rojo ladrillo cocido), no hubo medios económicos suficientes y quedó plana en el color térreo que la emparenta con su antecesora y con el entorno creado por el templo parroquial. Es una buena fachada, de tratado clasicista, cuadrangular en sus proporciones, con gran puerta de arco de medio punto para permitir cómodamente la función de entrada y salida de los pasos. Éste enmarcado por un gran listón plano a la altura de los riñones y que se dobla al recorrer la cornisa, en cuyos extremos se yerguen dos pináculos con bolas. Se corona con la espadaña de un cuerpo que recoge en su hueco de medio punto la campana que convocaba a los vecinos y a los cofrades a los distintos ritos procesionales con su voz de bronce. Por remate un frontón un tanto desvaído que tuvo bolas herrerianas en los tres vértices, y ahora solo conserva la del más alto y central. Una cruz de hierro forjado cierra la cima.
El acceso se verifica por una gran puerta de dos hojas de madera que permite la entrada a un vestíbulo cuyos laterales se decoran con labores mudéjares realizadas en el siglo XX (años de 1991 a 1995) bajo la dirección del gran Maestro albañil y hermano cofrade Julio Cumplido “el andaluz”, que llevó a cabo todos los trabajos con otros compañeros de la misma organización (Ángel Pérez, Juan Luis Ferreriro y José Modroño Bermejo, además del citado en primer lugar y el Abad Leandro Álvarez, en la obra de albañilería; Antonio García y César Campillo en la electricidad y Juan Carlos Escudero, como pintor). Destacan los frisos de esquinillas, arcos ciegos pequeños de medio punto que flanquean a uno central agudo.
En los muros lampadarios y cruz de hierro forjado. En el pavimento se aprecia una roseta realizada en canto rodado y ladrillo (A. García Abad, 1996, 92-95).
El interior presenta una nave de estilo barroco, de la época de la construcción del conjunto, con reformas posteriores y restauraciones de los referidos años 1994/1995. Se cubre con cuatro tramos, tres de bóvedas de yesería, la cuarta con cúpula vahida, y las paredes están encaladas o vistas en ladrillo. Todo el espacio y paredes están ocupado por los “pasos”, por cuadros, esculturas y diversos objetos de las dos cofradías. Al final de la nave, en el tramo del presbiterio que ocupa el retablo de Trianos (con los tableros renacentistas de Juan de Angers), se abren a cada lado dos espacios o mal llamadas capillas que contienen la del oeste el Paso de la Urna, y el contrario otro de la Virgen ante la Cruz. En las hornacinas reconstruidas con recercados de ladrillo viejo, con ventanas ciegas de arco de medio punto a norte con esculturas de Niño Jesús, y al lado opuesto, ventana ciega apuntada con Cristo gótico, sin cruz. Desde esta sala se prolonga y por un angosto pasillo se comunica hasta la parte posterior de la iglesia de San Lorenzo, donde se encuentra una portadilla para acceso doméstico de los hermanos cofrades desde la calle del Arco.
Todo el edificio está construido con el sistema habitual en la comarca en la Edad Moderna, tapial, ladrillo, entramados de madera, cubierta abovedada en la nave y de madera en las capillas.
Los documentos del archivo de la cofradía prueban que la capilla poseía más terreno en su lado occidental y los cofrades luchan ahora por recuperarlo.
Allí se conserva con amor un documento que trata del poder otorgado y la concesión de escritura pública al clérigo de Sahagún D. Leonardo Pérez de Vega, el día 31 de julio de 1661, con la autorización del Abad del monasterio de San Benito, para vender por 800 reales de Vellón un Corral grande, otro pequeño, un osario y un callejón tejado, a los pies de la iglesia de San Lorenzo, propiedad hasta entonces de esta parroquia, por su cura y representantes para construir una Capilla con su sacristía y la propiedad permanente de la misma.
En efecto, el documento refiere que los parroquianos declaran:
“Y desde luego nos apartamos por nos y en su nombre del derecho de posesión propiedad dominio y señorio que es al dicho fuero de 5 reales en cada vn año Corales Callejón tejado y sitio de Osario tenia y teniamos y podra tener y pertenecer asi de hecho como de derecho y todo ello pleno y a(ho)ra lo çedemos renunciamos y traspasamos en el dicho Licenciado Leonardo Pérez de Vega y en dicha capilla se ha de edificar en dichos sitios para cuyo efecto dicho es y no para otro se lo vendemos…”.
Se levantó inmediatamente la capilla, pero no en toda su extensión y ahora se pretende recuperar sus espacios originales para su ampliación y mejora del museo.
En otro documento del mismo año el capellán adquiere derechos plenos para la cofradía sobre la capilla de manera que se consigna que ésta había de tener puerta independiente a la calle por donde entrar a decir misa para que nunca estorbasen los parroquianos de San Lorenzo o su cura.
Este celo prueba que ya en su origen el hecho de cómo los cofrades defendieron con uñas y dientes sus propiedades y hay que agradecerlos que tras tantos años hoy sigan notablemente mejoradas, como demuestran estos estudios que se están realizando.
Otros documentos antiguos de 1803, 1826 y 1844 insisten en la necesidad de la Cofradía de Jesús Nazareno de recuperar los terrenos de su costado occidental, según prueban constantemente ser dueños por escrituras públicas. Esta situación aún hoy no resuelta se volvió a plantear incluso en el Ayuntamiento de la villa, pues en 1902 hasta la misma corporación tuvo la valentía de afrontar el asunto y defender a los cofrades.
La colección de pasos de Sahagún no cabe toda ella ahora en este lugar, unificadas y desaparecidas otras cofradías antiguas. Sin embargo, la capilla es un referente extraordinario de la cultura y la identidad de los sahagunenses. Bastaría con recordar que la Urna, el Majito Marreno, las Tres Marías, el Crucificado, el Nazareno, etc., hoyan cada año y desde hace siglos todas las Semanas Santas y a hombros de los cofrades y los vecinos los suelos que pisaron nuestros padres y abuelos, nuestros antecesores, y que hoy constituyen un legado único e irrepetible que merece el mayor de los esfuerzos para garantizar su conservación y su seguridad, para mantener la pureza de nuestras tradiciones seculares, para recordar a nuestros hijos en el futuro que el pasado es su referencia y la explicación del porvenir.
El Patrimonio, del que Sahagún debe enorgullecerse como ningún otro lugar por sus espléndidos tesoros antiguos y modernos, no sólo es un germen de significación de nuestra historia, sino, bien gestionado, también una inagotable fuente de recursos sociales y económicos. Un bastión en el que fundar parte del desarrollo de la villa que le permita mejorar su calidad de vida y promover beneficios y empleo.
Vista de la Capilla de Jesús
Museo de Semana Santa de Sahagún
La aportación de la Semana Santa de Sahagún al enriquecimiento social y cultural de la población, es patente debido al importante patrimonio material e inmaterial que contiene, fruto de la herencia histórica de una Villa que recientemente ha sido declarada en su integridad, Bien de Interés Cultural en la categoría de Conjunto Histórico.